«Pesaría sus ocho arrobas, dicen. Y un día entero se le iba en entrar en la botella y otro en salirse, afirman. Totalmente en cueros, según cuentan, se pringaba de aceite por completo, desde la barba de los huevos al envés de los párpados. Cuando le resbalaban hasta las ideas se arrimaba al toro. Siempre arrancaba por la pierna izquierda, por el dedo gordo. Eso era lo primero que enfilaba en el botellín.»
¿Queréis saber más?
El hombre que cabía en una botella de anís del mono es, sin la menor duda, una de las más chocantes recopilaciones de relatos que el lector puede echarse al coleto: compuesta de viñetas breves, impactantes, en ella Antonio Romero se adentra con decisión en un extraño territorio que podríamos calificar de “costumbrismo surrealista” para mostrarnos un paisaje extraño y retorcido que, sin embargo, no se aparta nunca de la cotidianidad.