Una vez más, Seaben me salva del abismo que abren sus palabras. Siento su mano sobre la mía y nuestros dedos entrelazándose en un acto tan natural como respirar. Lo miro, sorprendida, y él alza un poco el brazo para mostrar nuestra unión. Intento convencerme de que mi corazón no se acelera.
—Yo creo que, en este momento, donde encaja es aquí.
Sí, tiene razón, pero no es en este país. No es en Lothaire, ni en esta ciudad, ni siquiera en esta fiesta. Encajo a su lado, aunque el pensamiento me hace estremecer. No debería ser así. Siento ganas de gritar y de nuevo siento la tentación de pedirle que venga conmigo, por injusto que sea eso.
Pero en vez de hablar y volver a hacerlo todo más complicado con mis palabras solo me acerco a él, en silencio, y presiono mis labios contra su mejilla en agradecimiento por sus palabras. Escucho a Seaben tomar aire y cuando lo miro tiene una pequeña sonrisa en la boca. Sé que es sincera porque sus ojos destellan cuando la esboza, aunque no sé si es del todo alegre.
—En la plaza hay música y bailes. ¿Quieres verlo?
Intento sonreír, aunque ni siquiera sé si lo consigo.
—Eso me gustaría, sí.