Sonata a Kreutzer

comenzamos a vivir en la ciudad. Para las personas infelices es mejor estar en la ciudad, ya que vivir en ella supone que el hombre puede vivir durante cien años y no darse cuenta de que hace tiempo que ha muerto y que se ha podrido. Pensar en sí mismo es imposible, todo el tiempo estás

. La libertad hay que acotarla desde el principio. «No te fíes nunca de lo que haga tu caballo en el campo, ni tu mujer en tu casa.»

Publicada en 1889, Sonata a Kreutzer, en la que se puede advertir un cierto aire autobiográfico, cuenta la historia de Pozdnyshev y de su mujer, de los primeros, idílicos años de su matrimonio, del progresivo deterioro del mismo, de cómo el amor y la entrega dejan paso al odio y la humillación. Y habla también de los celos, unos celos que, con su ominosa presencia, acabarán envenenando la convivencia y a los que sólo el asesinato logrará poner fin.

Me parecía a una botella boca abajo de la cual no puede salir el agua porque está demasiado llena

además, todo el mundo sabe que justamente a través de estas clases, en particular de las de la música, tiene lugar la gran parte de los adulterios en nuestra sociedad

Muy a menudo ocurría que ella, que no hablaba conmigo si no era en compañía de extraños, pero sin prestarme atención, expresaba que el cuidado materno era un engaño, que no vale la pena entregar todo la vida a los hijos cuando hay juventud y es posible deleitarse en la vida, sin caer en la cuenta de que una hora antes había dicho todo lo contrario

»La habían educado con la idea de que, en el mundo, había sólo una cosa que merecía la pena: el amor. Se casó y recibió algo de dicho amor, pero lejos de lo que se le había prometido o de lo que ella esperaba, acompañado también de muchos desencantos, sufrimientos y una angustia inesperada: los hijos. Y este sufrimiento podía con ella, pero los atentos doctores

A un campesino o a un trabajador le son necesarios los hijos, aunque les sea difícil alimentarlos, pero les son muy necesarios y por eso sus relaciones matrimoniales están justificadas. Pero, en nuestra clase, habiendo tenido ya hijos, no se desean más porque representan un cuidado de más, un gasto, una carga y un problema a la hora de la herencia

Pero, si el hijo enferma, se acabó. Es un veneno perfecto. Se supone que la dolencia es posible tratarla y que hay una ciencia y unas personas, los doctores, que están capacitadas para curar enfermedades y que saben de ellas. No todos, pero los mejores doctores sí. Y si el niño cae enfermo, hay que buscar a ese buen doctor que es el que salva, y gracias a él se curará. Pero si no lo encuentras o no vives en

Los hijos son más bien un sufrimiento. La mayoría de las madres lo comprenden muy bien y algunas veces no pueden, incluso, ni manifestarlo. Pregúntale a la mayoría de nuestro círculo: le dirán que, por el temor de que sus hijos puedan enfermar y morir, prefieren no tenerlos