Durante su transcurso, las ciencias sociales se han visto cautivadas, una y otra vez, por la pregunta acerca del sujeto y la subjetividad. Ya sea que esta fascinación fuera motivada por un afán de comprensión, de diferenciación, de liberación o de intervención, diversas autoras y autores se han detenido en la pregunta por el sujeto y los efectos que sus diversas composiciones provocan en la vida social. De variados movimientos intelectuales y sociales hemos aprendido que el ser humano no es neutral. Creerlo neutral y universal es, de hecho, lo que ha limitado su problematización. Los mundos tecnocientíficos pero también vergonzosamente desiguales y distópicos que vivimos, nos demandan terminar con ese inmovilismo disfrazado de neutralidad.