La construcción del imaginario femenino

Las revistas literarias fueron de las publicaciones más demandadas a partir de 1840. Éstas ofrecían artículos de ciencia, historia, geografía, viajes, religión y buenas maneras; también incluían poesía, novelas cortas y ensayos. Eran publicaciones con claros fines educativos y algunas de ellas fueron dirigidas a públicos muy específicos: a las mujeres, a los niños y a los artesanos, por ejemplo.

Una característica general de la educación de la mujer a lo largo del XIX fue, a pesar de esfuerzos liberales, la educación diferenciada, avalada por una imagen de la mujer como inferior al hombre, cuya debilidad física la hacía particularmente apta para la maternidad y el hogar. Si bien los liberales buscaron terminar con el poder de la Iglesia y rescatar de sus manos la educación, al no conceder a la educación femenina mucha atención, permitieron que la institución religiosa continuara siendo, en gran medida, la constructora de la conciencia femenina, de este modo la Iglesia siguió influyendo en la sociedad.

En la formación de buenos ciudadanos, la mujer era la pieza clave y para ello, debía ella misma tener una educación adecuada:

La primera parte del capítulo aborda el acto del decir: el contexto, la voz enunciadora y la construcción del sujeto enunciador. En la segunda parte me detendré en la materialidad de la publicación. En ella se concretizan la enunciación y lo enunciado, el decir y lo dicho, por lo que ello me permitirá enlazar la construcción de sentido del decir con lo dicho. A partir de esto, en el tercer capítulo de este trabajo, podré ahondar en el nivel de lo dicho, particularmente en la construcción de la idea de mujer, con el objetivo de recuperar el imaginario femenino subyacente en el Semanario

La primera parte del capítulo aborda el acto del decir: el contexto, la voz enunciadora y la construcción del sujeto enunciador. En la segunda parte me detendré en la materialidad de la publicación

El universo y el hombre, como parte de éste, comenzaron a ser concebidos cada vez más como sujetos a leyes racionales, las cuales Dios pretendía que el hombre descubriera a través del razonamiento sobre hechos observados directamente en la naturaleza, y no a través del estudio de la revelación y las antiguas autoridades” (4).4 La nueva actitud significaba finalmente la salida del oscurantismo medieval y daba luz a posibilidades transformadoras del futuro.

El historiador Luis Jáuregui, en el texto “Las reformas borbónicas”, considera que los principales cambios fueron de carácter fiscal, militar y comercial, pero también se apreciaron cambios importantes en la promoción del desarrollo de actividades productivas.

Estos cambios e innovaciones, conocidos como “reformas borbónicas”, fueron atrevidos e innovadores en el periodo

Así, con las luces de la razón, el movimiento ilustrado colocó al individuo en el centro de la vida y le estableció metas de superación y de progreso. La búsqueda ya no será la de la salvación, sino la de la perfección humana y la felicidad terrenal