"Érika lo ha aprendido todo en la calle. Acaba de cumplir los veinte, pero la gente asegura que aparenta más. Quizá sea por su mirada, que le lleva varios años de ventaja. Hace tiempo que sobrevive robándole a los turistas que llegan a la ciudad pensando que allí está enterrado el cadáver de un apóstol. Una ciudad que es como una jaula de piedra de la que sueña con largarse todas las mañanas.
Érika vive con Samuel, su hermano mayor, que parece más pequeño que ella. Siempre le está debiendo dinero. Siempre se está metiendo en líos. Siempre está soñando con más fuerza que ella con salir corriendo de casa y dejar atrás ese agujero sucio y oscuro en el que habita una ausencia de la que nunca hablan. Pero, mientras no llega ese día, ambos se las ingenian para buscar una salida. A Samuel suelen ocurrírsele ideas extrañas, y Érika nunca le hace caso. Prefiere seguir a lo suyo, sacando lo que puede por ahí para revenderlo.
Aunque es cierto que esta vez parece que no es la típica locura de su hermano tras una borrachera. Samuel está convencido de que ha llegado la oportunidad que estaban esperando. Un incauto le ha propuesto un negocio con el que sacar un montón de pasta. Cuando Samuel le explica el plan que ha estado tramando para jugársela, Érika no puede negarse. Es peligroso. Es difícil. Es demasiado riesgo. Pero cualquier cosa es mejor que quedarse sentada y seguir escupiéndole al cielo por esa suerte negra que heredó de su madre."