Se reconoce a Freud el mérito de conceder importancia a las vivencias de la infancia y a las relaciones humanas como base para la construcción del psiquismo. Sin embargo, creemos que Freud estaba especialmente entregado al estudio del psiquismo en sí mismo. La comprensión del funcionamiento psíquico lo llevó a desarrollar sus dos tópicas, la primera formulada en 1900 en el capítulo VII de La interpretación de los sueños, y la segunda a partir de 1923 en el libro El yo y el ello. Entre las dos tópicas, Freud introdujo el concepto de pulsión de muerte, en 1920, en Más allá del principio del placer. Las dos pulsiones de vida y muerte coexistentes y articuladas entre sí son, para Freud, el motor que empuja al humano hacia la relación con los demás. Las pulsiones predeterminadas biológicamente, y, por tanto, innatas, son la base sobre la que se edifica el psiquismo. En la segunda tópica, Freud hace una descripción del papel que desempeñan las instancias psíquicas. El «ello», como representante psíquico de las pulsiones en conflicto con el «yo», representante de lo consciente, y con el «superyó», derivado de la introyección de las normas morales y éticas individuales; estas instancias se ven abocadas a tener contacto con la realidad externa. La tensión y el conflicto entre ellas y la realidad producen en el psiquismo un monto de ansiedad, que será mitigada por los mecanismos de defensa pertenecientes a la esfera inconsciente del «yo».
Freud otorga a la realidad externa un papel regulador y organizador de lo que él denomina el aparato mental. Para Freud, como ya hemos dicho, las pulsiones vitales y las destructivas, unidas a las tendencias edípicas, aseguran el conflicto con la realidad. La búsqueda de relación es, para Freud, la necesidad de encontrar objetos sobre los que descargar todo el conglomerado pulsional y edípico. El psiquismo está dominado por el inconsciente, que alberga las ansiedades más primarias, las tendencias edípicas y destructivas hacia los demás y hacia uno mismo. El objetivo del psicoanálisis es enfrentar estos demonios y desenmascararlos. De esta forma, Freud cree que los síntomas que acucian al paciente serán entonces liberados.