Conocí una cabeza que tenía un par de dudas. No sabía con certeza si era bella o muy greñuda. Un día salió a pasear. Se hizo amiga de una sopa; su pusieron a jugar un partido de pelota. El juego llegó a su fin cuando cayeron dos pelos que al caldo y al perejil pusieron de humor muy negro. La cabeza se marchó ofendida, de inmediato.