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Louise Erdrich

Un futuro hogar para el dios viviente

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  • Ever Salgado IVhas quoted5 years ago
    Corto es el tiempo que vive cada hombre y pequeño es el rincón de tierra donde vive, y corta también será la fama póstuma más larga, e incluso esto solo continuó por una sucesión de míseros seres humanos. Marco Aurelio.
  • Ana Saenzhas quoted2 years ago
    Esta libreta se ha convertido en mi vida, o quizá sería mejor decir que esta libreta se ha convertido en el modo en que me mantengo conectada a mi vida y a ti. La tapa dura y negra se ha desportillado en algunos sitios o directamente se ha desgastado hasta la materia gris. Pero tu ecografía protegida con cinta está intacta.
  • Ana Saenzhas quoted2 years ago
    las siete enseñanzas ojibwes —verdad, respeto, amor, valentía, generosidad, sabiduría y humildad—, que solo conozco sobre el papel pero de las que nunca he oído hablar a ningún auténtico ojibwe.
  • Marcia Ramoshas quotedlast year
    Son las personas más entrañables que pueda uno imaginarse, salvo por... salvo por el hecho de que nunca comprendí cómo me adoptaron; me refiero a que la legalidad del asunto no deja de ser dudosa
  • Ana Saenzhas quoted2 years ago
    Tengo esta sensación, mientras traigo este bebé al mundo, de que las cosas en realidad no están en regresión. Ni siquiera se están desmoronando. Todo lo que está pasando, incluso el mayor caos, físico y personal, incluso político, básicamente está bien. Sé que suena ingenuo. Incluso podrías achacarlo a las hormonas. Sin embargo, la sensación es tan poderosa que tengo que compartirla contigo. Soy feliz. A nuestro alrededor están sucediendo cosas horribles, es verdad, y yo he cometido la cosa más terrible de todas, pero, en lo más hondo de mí, soy feliz. Siento una estúpida alegría. Un sentido de la existencia. Un regocijo en la verdad sin sentido. Resulta que estamos vivos. No hemos pedido vivir. Simplemente vivimos.
  • Ana Saenzhas quoted2 years ago
    Creo, cariño, bueno, para mí es lo que nos pasa aquí y ahora. A ver, las cosas todavía podrían empeorar (toquemos madera de que no sea así), si nos cogieran, pero, Cedar... —su voz se torna muy tierna, como si le sobrecogiera que yo no me haya percatado de ello todavía—, el infierno es lo que estamos viviendo ahora mismo, aquí en la tierra.
  • Ana Saenzhas quoted2 years ago
    Cuanto más pienso en ello, más convencida estoy. El embarazo es algo absolutamente trascendental e instructivo, y debo compartir todas las verdades que he descubierto a raíz de esta experiencia vital. Si los de la imprenta creen que podría haber problemas, quizá puedan distribuirla de forma clandestina. No lo sé. Pero creo sinceramente que es importante que comparta con mis suscriptores esta verdad.
  • Ana Saenzhas quoted2 years ago
    Las únicas personas que conocen la verdadera definición de la tortura son aquellas que han sido torturadas, dice. Es inútil y resulta abominable pedir a los torturadores que definan ese acto. A no ser, por supuesto, que accedan a someterse a lo que definen, no tienen ninguna autoridad para hablar del tema. No hay título académico que valga. Ningún doctorado. Ninguna placa de abogado. Ningunos estudios. Ninguna referencia a precedentes o principios. Lo único que vale en la definición es el verbo hecho carne. El cuerpo tiene la última y única palabra.
  • Ana Saenzhas quoted2 years ago
    En esta reflexión al fin encuentro un ápice de consuelo. Siempre he creído en un Dios torturado tras leer la historia católica, porque esto es lo que yo sé: nada hay que un ser humano no pueda hacerle a otro. Necesitamos un dios que se ponga del lado de los desventurados. Uno dispuesto a compartir sus miserias.
  • Ana Saenzhas quoted2 years ago
    Mientras avanzamos por la oscura senda, con paso corto y arrastrando los pies, oímos ruidos por todas partes. Pequeños crujidos, sonidos escurridizos, extraños ululatos y ásperas toses de animales nocturnos. Phil lleva una de las armas y aun así estamos nerviosos. Pero estar fuera y caminar juntos libremente es un placer tan intenso que soy consciente de cada detalle en exceso —la más mínima caricia de aire en el rostro, la suavidad del mantillo, la rugosidad de la corteza bajo mis manos, el roce de las hojas en la ropa y la piel—. Todo me llena de una venturosa conciencia. Deslizo una hoja negra entre los dedos y recorro el rígido nervio del centro. Engullo a bocanadas la oscuridad, el suntuoso tumulto de la tierra.
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