Tu matrimonio puede experimentar la plenitud del Edén.
«Y dirán: esta tierra desolada se ha hecho como el Huerto del Edén…» (Ezequiel 36:35a – LBLA).
La palabra Edén significa placer, deleite, delicia, delicadeza, cosa refinada. El Padre desea que el matrimonio se establezca sobre un territorio delicioso, a fin de producir deleite. Fuimos creados para vivir en deleite.
Dios creó la región del Edén y allí plantó un huerto abundante y perfecto para que el hombre, su más amada creación, habite. Ese huerto fue traído del cielo a la tierra con la arquitectura del Padre, por eso el Señor se paseaba en él mientras el hombre lo guardaba y labraba. Ellos tenían una relación perfecta.
Este mismo ambiente se replicó en el matrimonio, donde varón y varona iban a fructificar y multiplicarse para llenar toda la tierra.
El engaño de las tinieblas y la consecuente corrupción del hombre causaron la pérdida de su condición, posición y autoridad. Así el diseño del matrimonio se corrompió. Los huertos fueron vaciados.
La degradación familiar es la consecuencia de la pérdida de la presencia de Dios, y esta se pierde por la administración incorrecta de los recursos que el Padre nos ha dado para cumplir su propósito.
Debemos esforzarnos por vivir la gloria postrera en nuestras familias para que luego llene nuestras generaciones y la iglesia en las naciones.
La buena noticia es que por más desolado que esté nuestro matrimonio, Dios tiene los recursos para convertirlo en el Huerto del Edén. Es mi deseo que a través de estas páginas seamos llenos de revelación, fe y la fuerza necesaria para luchar por nuestro huerto. Este es un llamado del Padre que resuena desde la eternidad: ¡Levantémonos y conquistemos el huerto que Él soñó para nosotros!