No había autorretratos en ninguno de sus bosquejos, pues de espíritu celeste ella no tenía ni la moral ni la apariencia. Se afanaba en retratar la verdadera cara de su Madrina, pintando un ángel negro que se eleva hacia el cielo: el arcángel de la muerte. No recibió ese día a ningún amigo, pues esperaba una visita mucho más importante.