Tengo miedo de que me guste. —Se quedó callado durante un rato. Depositó el arma en el borde de la mesa, frente a sí—. Nunca jugueteo con cuchillos —prosiguió—. Son una tentación demasiado obvia. ¿A ti nunca te ha molestado esa sensación?
—Nunca.
—¿Y no te asaltaría ni una duda? ¿No vacilarías?
—No… —respondió ella, con menos convicción—. Claro que nunca lo había visto desde esa perspectiva.
Jeffrey asintió.
—Da que pensar, ¿no?
—Un poco.