como en 1905 (revolución radical que secuestró al vicepresidente), 1919 (Semana Trágica) o 1969 (Cordobazo). De manera inversa, existieron crisis económicas sin crisis política, como en 1866, 1913, 1951 o 1995. Incluso más, en ciertas ocasiones las crisis económicas pudieron fortalecer a los presidentes y al ciclo político que dirigían, al hacer que dichos líderes se presenten ante la sociedad como “garantes del orden”, como lo ejemplificó Menem en la “crisis del Tequila” de 1995. Un historiador señaló que Menem “lograría su reelección gracias a esa crisis, más que a pesar de ella” (Novaro, 2009: 473).