Así se abría el debate sobre la inteligencia artificial, en el que se enfrentaban, y siguen enfrentándose, dos corrientes: por un lado los materialistas, persuadidos de que, teóricamente al menos, todas las operaciones de la mente se pueden desmontar y, por lo tanto, reproducir; por el otro, los espiritualistas, quienes sostienen que siempre existirá un residuo rebelde al algoritmo, un residuo que, según los defensores de esta teoría, se denomina fantasma en la máquina, conciencia reflexiva o simplemente alma.