Algunos gestos de rebeldía de Diego Maradona se vieron en los enfrentamientos con el presidente del Barcelona, José Luis Núñez, plenipotenciario constructor catalán poco acostumbrado a desplantes como el que le ofrendó cuando no lo dejaba ir a un partido en Alemania por el retiro de Paul Breitner. Lo sufrió Eduardo Duhalde, gobernador de la provincia de Buenos Aires y luego presidente la Nación, Mauricio Macri, en su carácter de presidente del club Boca Juniors y como primer mandatario. Y aun el presidente de la poderosa FIFA, Joao Havelange, al negarle la mano en la entrega de medallas luego de haber perdido la final contra Alemania en el Mundial de Italia 90.
Viajar a Cuba, conocer a Fidel Castro, y recibir tanto calor en la isla con forma de lagarto —a la que «también Caribe llaman», al decir de Nicolás Guillén— contribuyó a modelar una idea que ya no dejaría jamás. Hasta se subió al tren del ALBA a Mar del Plata, se abrazó con Hugo Chávez (y Venezuela lo incorporó a su corazón a través de Telesur), con Evo Morales (con quien jugó en La Paz para no perjudicar a Bolivia, cuando hasta su gente cercana criticaba jugar en la altura), con Hebe de Bonafini y Tati Almeyda (Madres de Plaza de Mayo), con Estela de Carlotto (Abuelas de Plaza de Mayo), con Nestor Kirchner y Cristina Fernández.
En este libro, Julio Ferrer, de una manera ágil y atrapante, reconstruye muchas de esas historias atravesadas por lo político y lo futbolístico, recurre a la voz de Diego y a testimonios de políticos, periodistas y deportistas de distintas partes del mundo, para analizar y describir a Maradona no solo como deportista sino como sujeto político en su lucha contra los poderosos.