Pobre Lucía, le hacían falta más amigas y menos hombres que le dijeran qué hacer con su vida. Menos religión que la hiciera sentir culpable de nada, culpable de sentir, culpable de no amar a un marido que sólo la usaba. Sin embargo me alegra que tampoco se quedara con Artegui.
Qué bonito libro y qué bonito escribía Emilia Pardo.
TODO UN DRAMON ESPAÑOL
Otro clásico que se DEBE leer!