La palabra gorda incomoda a la gente, pero, cuando me ves, la primera cosa en la que reparas es en mi cuerpo. Y mi cuerpo está gordo. Es igual que cuando yo me fijo en que algunas chicas tienen las tetas grandes, el pelo sedoso o las rodillas huesudas. Si dices esas cosas, no pasa nada, pero el término gorda, el que mejor me describe, hace que los labios se frunzan y que las mejillas pierdan su color.
Pero así soy yo. Estoy gorda. No es una palabrota. No es un insulto. Al menos, no cuando yo lo digo, así que siempre pienso: «¿Por qué no dejarlo claro desde el principio?».