O pueden seguir los dictados de su inspiración y arriesgarse a ser encarcelados o exiliados. Escribir y arriesgarse al castigo. Evitar el castigo y dejar de ser escritor. Ésa es la disyuntiva de los escritores en un Estado neocolonial. Y no es el único dilema que afrontan… ¿Para quién escriben? ¿Para el pueblo? ¿Si es así, en qué lengua? Es un hecho que los escritores africanos que aparecieron tras la Segunda Guerra Mundial optaron casi siempre por lenguas europeas. Todos los escritores africanos importantes de esta generación escribieron en inglés, francés o portugués. Y, sin embargo, por lo general los campesinos y la gran mayoría de trabajadores, es decir, las masas, tienen sus propias lenguas. ¿No está perpetuando el escritor, en el ámbito de la práctica cultural, el mismo neocolonialismo que condena en el ámbito de la práctica económica y política? Para quién escribe el escritor es una cuestión que no ha sido resuelta satisfactoriamente por los escritores de los países neocoloniales. Para el escritor africano, la elección de la lengua determina la elección de la audiencia.
Y, más allá de la lengua por la que el escritor haya optado, ¿cuáles son sus temas? ¿Para él, la realidad puede cambiarse o es inmutable? Presentar una realidad estática, o atrapada en un bucle inalterable, es sucumbir a la desesperanza. Pero presentar una realidad en transformación revolucionaria, y hacerlo desde la perspectiva del agente de ese cambio —el pueblo—, puede significar ser perseguido por el Estado. Al fin y al cabo, los escritores que presentan realidades mutables están diciendo a los que ostentan el poder que también su momento, tarde o temprano, quedará atrás.
Creo que lo que he contado es suficiente para mostrar que la vida de los escritores en esta tercera etapa, la de los años setenta, no era en absoluto sencilla, sobre todo para aquéllos que deseaban estar cerca del pueblo.
La lucha entre las fuerzas sociales y democráticas, que abogan por la vida y el progreso humano, y las fuerzas imperialistas que abogan por la opresión y la muerte sigue vigente en el mundo actual, y seguirá siendo así en el futuro, cada vez con mayor intensidad si cabe