¡Gentes como usted minan nuestra sociedad en su base, destruyen el núcleo familiar, son una lacra social! ¿Qué no se da cuenta de todo el mal que ha hecho con su conducta irresponsable?
—¿Mal a quién? —chilló Esmeralda.
—A los hombres que engaña, a sí misma, a la sociedad, a los principios de la Revolución mexicana.
—¿Por qué? Los días compartidos son días felices, armoniosos, que a nadie dañan.
—¿Y el engaño?
—¿Cuál engaño? Una cosa es no decir y otra cosa es engañar.
—Usted está loca. Además, lo va a corroborar el alienista; de eso tenga plena certeza.
—¿Ah, sí?, y entonces, ¿qué pasará conmigo?
—¡Ah, hasta ahora se preocupa de eso! Es la primera vez que piensa en su suerte.
—En realidad, sí, licenciado, nunca ha estado dentro de mi carácter preocuparme.