las grandes purgas masivas; también se ejecutó a Nikolái Yezhov, el jefe de la policía secreta. Al último de los grandes verdugos se le ejecutó después de la muerte de Stalin, pero no lo sentenciaron por asesinato, tortura y abuso de poder, sino por haber espiado por cuenta de catorce países extranjeros diferentes. A otros verdugos también se les había castigado por crímenes imaginarios. Desde el punto de vista legal, esto permitía su rehabilitación. Desde el punto de vista moral, Alexander Nikolaevich había decidido tiempo atrás que mientras él dirigiera la Comisión de Rehabilitación, no se le devolvería el honor a ni uno solo de los victimarios. Decidió también que dirigiría la comisión mientras le quedaran vida y fuerzas. Durante el mandato de Yeltsin, se devolvió a la comisión al redil del estado y se le unieron como miembros los jefes de todas las agencias federales encargadas de mantener la ley, aunque Alexander Nikolaevich continuó trabajando sin remuneración. Rehabilitar los nombres de decenas de millones de ciudadanos soviéticos era su trabajo voluntario.18