La rabia brota en ellos con más fuerza que cualquier otro sentimiento y no se esfuerzan por esconderla, reprimirla o manejarla. Al contrario la dejan salir con bastante naturalidad. Cuando se sienten heridos, se enojan, cuando tienen miedo, se enojan; cuando se sienten perdidos, se enojan; cuando les tocas su sensibilidad también se enojan.