Todo se paga, e incluso el progreso —o lo que se designa generalmente con este nombre— no es nunca gratuito. Henos aquí, pues, a finales del siglo veinte, sometidos a la máquina con su secuela de contaminaciones, a los alimentos conservados por procedimientos artificiales, a los medicamentos de efectos secundarios desconocidos y que, creados íntegramente en el secreto del laboratorio, curan al enfermo, pero modifican el ser humano sin tener en cuenta su vocación natural. Y, en este mundo ensombrecido por las humaredas químicas, se levanta una voz, la de Maurice Mességué.¡Qué fabuloso destino el de este hijo y nieto de campesinos del departamento del Gers, quien, por haber conservado intactas las tradiciones de herborización de su familia, llegó a conocer a los grandes de este mundo y se convirtió en su consejero y amigo! A través del relato de estos encuentros, frecuentemente divertidos, a veces inesperados, Hombres y plantas nos presenta la historia de un hombre firmemente convencido de que el mundo vegetal es el último lazo que une todavía a la humanidad con su universo natural. Ni médico ni curandero, Maurice Mességué no tiene la pretensión de ocupar el lugar de la medicina, y se contenta con proponer a través de este libro, del que emana un sano aroma a infancia, a hierbas salutíferas y a simples, la sensata fórmula de una vida, la suya.