Maria Maddalena, sierva y viuda, dedica la vida de su hijo a cumplir un sueño: ser la madre de un sacerdote. Y Paulo obedece.
Aar no tiene buena reputación. El párraco anterior siguió el camino de la herejía y a la grey que no logró corromper, la abandonó. Cuando Maria Maddalena ve a su hijo mirándose al espejo como si fuera una mujer vanidosa, teme que la maldición del diablo de Aar haya caído sobre él.
Pero el diablo se llama Agnese. Una heredera que vive sola en la propiedad familiar desde la muerte de su padre y la marcha de sus hermanos al continente.
Decidida a evitar que su hijo caiga en el pecado y abandone el destino que ella misma le preparó, Maria Maddalena inicia su guerra contra Agnese y el impulso vital de Paulo.
Dividido entre dos amores, Paulo elige el de su madre y rompe con Agnese, que lo amenaza con hacer públicos sus amores en la próxima misa del domingo.
Resignado a pagar sus culpas con tal de volver al buen camino, Paulo se presenta a celebrar la misa. Las dos mujeres están en la iglesia y Paulo no quita sus ojos de Agnese, a la espera de lo peor.
Antes de la comunión, la iglesia se conmueve con un grito colectivo.