Jacob Carrington, marqués de Stratford, no quiere estar en Londres. A pesar de que viaja allí todos los años, se siente más a gusto en el mar, en las tierras que posee al otro lado del océano, en el Nuevo Mundo. El marqués de Stratford detesta tener que ir a bailes y fiestas a los que se ve obligado a asistir cuando está en la ciudad.
Lady Janice Collins es la hija menos tradicional de una familia tradicional: adora andar a caballo, la vida al aire libre, la lectura. Es incapaz de refrenar la lengua cuando alguien describe cómo debe comportarse eso que se conoce con el absurdo concepto de “dama”. En contra de eso, escribe y publica secretamente libros que hablan de una nueva mujer y que las muchachas londinenses leen a escondidas. Por supuesto, detesta ir a bailes y fiestas a las que su familia la obliga a asistir.
En una de esas veladas, un encuentro fortuito los hace girar a ambos con la intensidad de un vals agitado. Ella huye de un pretendiente, el señor Corey Bradley; él, busca a su mejor amigo, que no es otro que el mismo señor Bradley. Entonces, el juego comienza: uno que implica que el marqués seduzca a lady Collins y la abandone para que, despechada, corra a los brazos de Bradley. Claro que las cosas se complican: en el juego hay disfraces, ocultamientos, un cazador cazado, una amistad que no se quiebra pese a todo y un enemigo común, un pirata que busca secuestrar a Janice. En medio del rescate, una situación desesperada: jugársela a las cartas con el secuestrador. Solo un tipo de hombre es capaz de hacer algo así: un mal perdedor.
Lis Haley retoma el tema que más le gusta: la relación entre hombre y mujeres vista como una contienda, un juego que encierra peligro y deleite por igual.