, mientras Joyce obliga al lenguaje a entregar su mayor potencial, puesto que cree en la realidad del mundo visible y en la posibilidad de traducir ese mundo con palabras, Beckett, al no poder ir más allá en la dirección trazada por Joyce, comienza un camino opuesto y elabora la literatura de la despalabra y la estética de la ignorancia, misma que deriva en la estética del fracaso. La literatura de la despalabra busca en parodias y juegos de palabras más relacionados con su desconfianza del lenguaje y prefiere creer que el objeto de representación siempre se resiste a ser representado. Por otra parte, retoma de Joyce la forma en la que los contrarios se unen, por ejemplo, el principio está unido al final y la forma es el fondo. El movimiento producido por los contrarios es lo que le interesa. La culminación en el ensayo es que Dante... no existe, porque no obtenemos una conclusión de lo escrito y leído. No habrá una acumulación de conocimientos como premio por haber leído. Lo importante es el movimiento del acompañamiento de la lectura del ensayo.