¡Que me traigan palabras
para hablarte, Señor!
Tú eres lo inabarcable, lo innombrado.
Tú eres la esencia en la que se mueve el universo.
Los prudentes y los precipitados pensamientos.
El Ying y el Yang de toda tu Creación.
Tuyas las incansables abejas de la mente y sus celdillas.
Tuyo este amor que abrasó
todas las noches y días de mi vida.
Sella mi corazón, Señor,
como al más entrañable buceador de tu presencia
para no retroceder
hacia la estancia obsesiva del recuerdo.