Al perder las capacidades para decodificar el lenguaje hablado o escrito ponen de manifiesto, a la vez, que nuestra vida de relación depende en general del lenguaje, pero que lo valioso de una persona, sus sentimientos y recuerdos, y las fuentes del pensamiento no se pierden completamente con el lenguaje: sólo quedan aislados del mundo externo, desconectados de la red simbólica de la comunidad humana.