No es el mundo en sí el que da lugar a los niños, sino el acto de jugar el que origina la posibilidad del universo infantil.
¿Cómo rescatar su sensibilidad, la imagen del cuerpo, la plasticidad, si no pueden o tienen dificultades para jugar? ¿Es posible diagnosticarlos sin jugar con ellos?
Frente a la certeza del poder de turno para diagnosticar la vida de un niño y determinar la de sus padres, lo escolar, la integración o exclusión cultural defendemos la incerteza de la dimensión desconocida y lo provisorio del diagnóstico.
No hay infancia sin futuro y no hay futuro sin infancia, pero tampoco hay niñez sin pasado, ni pasado sin niñez. Al jugar, los niños descubren e inventan al mismo tiempo una dimensión secreta y desconocida, no con la finalidad de conocer, sino para habitar su existencia.
A contracorriente, este libro comienza cuando termina y finaliza donde empieza. Movimiento en red que desafía al lector en el acto de leer para crear un vacío de saber todavía desconocido. La infancia es el destino.