Nos amábamos entre las palabras y entre líneas, en los silencios y las miradas, en los gestos más sencillos.
Nos amábamos en el preciado placer de encontrarnos a menudo.
Nos amábamos al caminar por el dique al mismo paso, contemplando las mismas cosas bonitas.
Nos amábamos a cada instante, sin tratar de prolongarlo, sin pedir al otro, precisamente, nada más que ese momento de eternidad.