El ser mente era incapaz de amar o de compadecerse, y también de odiar. Porque él era solamente una cosa llegada de otra galaxia con una diabólica misión. El ser mente, casi pensamiento puro, hacía lo que tenía que hacer, y buscaba el cuerpo idóneo para penetrar en él, dominarlo y convertirlo en su anfitrión. Y pasaría de un cuerpo a otro, matando a cada uno de sus anfitriones cuando ya había servido a sus propósitos. Porque el ser mente tenía un objetivo inmediato: encontrar al anfitrión que con sus conocimientos y poder le diera la oportunidad de escapar del exilio.