No menos discutido que admirado, Antonio Hernández es en estos momentos uno de los grandes líricos españoles, consideración que han potenciado gente tan importante como Rafael Alberti, Luis Rosales, José Hierro, Rafael Montesinos, Claudio Rodríguez ?quien lo señaló como «indiscutible titular de la selección nacional de la poesía»? o Manuel Mantero, que más cautamente lo ha distinguido como el mejor poeta gaditano vivo. «Con el desgarro de un Baudelaire, de un Rimbaud o de un Larra», según criterio de Florencio Martínez Ruiz (Antología de la poesía española), «ha sentido, por decirlo con palabras de Vicente Aleixandre, la embestida brutal de las aves celestes, y por eso su poesía es fascinante y contagiosa», opinión radical que ratifica la figura de Carlos Álvarez, quien lo propuso como el mejor poeta español surgido tras Claudio Rodríguez y Carlos Sahagún o la de su ex amigo Caballero Bonald ?según confesión propia?, quien a la pregunta en el desaparecido Nuevo Diario sobre el nombre más significativo de las nuevas generaciones, excluida la de los novísimos, respondió que Antonio Hernández. Adscrito a la poesía del 60, no le faltan tampoco detractores dentro del grupo de la experiencia, de la que, sin embargo, y cada vez con más fuerza, parte de la crítica lo señala como su predecesor. Este libro excepcional, A palo seco, da la razón a unos y la respuesta a otros.