«La naturalidad con que los personajes (y el lector) de las novelas protagonizadas por Ágata Blanc prescinden de todo sistema policial y jurídico para entregarse a la espontaneidad de las pasiones vengadoras es un claro reflejo del hecho que muchas veces ha analizado Ferlosio: la profunda artificiosidad de la ley, cuyo fundamento histórico último es la pura voluntad de los guerreros victoriosos y el aplastamiento de los vencidos».
José Lázaro, Claves de razón práctica
Berlín, otoño de 1989. El Telón de Acero cae, y mientras algunos jóvenes se encaraman en el Muro y festejan la próxima reunificación de Alemania, otros esquivan balas y otros nadan en una corriente subterránea que recorre íntegramente la ciudad como una densa tela de araña. Para unos, la noche se llena de esperanza y para otros, de avaricia: hay prisas por aprovechar a fondo la situación y hacer limpieza de personas y documentos. La ciudad es un hervidero de cohetes y proclamas. En medio de ese laberinto de fuego se mueve una muchacha que va siempre en bicicleta, dos hermanas noctámbulas y lascivas, una banda que aspira a enriquecerse hasta el límite de lo posible y un hombre perseguido por una bala que nunca encuentra su destino.