A mediados de 1963 apareció en la prensa una página dedicada a varios ancianos, mujeres y hombres, que sobrepasaban los cien años. Página que contenía una serie de entrevistas orientadas hacia temas insustanciales, anecdóticos. Dos de los entrevistados nos llamaron la atención. Uno era una mujer de cien años; el otro, un hombre de ciento cuatro. La mujer había sido esclava. Era, además, santera y espiritista. El hombre, aunque no se refería directamente a tópicos religiosos, reflejaba en sus palabras una inclinación a las supersticiones y a las creencias populares. Su vida era interesante. Contaba aspectos de la esclavitud y de la Guerra de Independencia. Pero lo que más nos impresionó fue su declaración de haber sido esclavo fugitivo, cimarrón, en los montes de la provincia de Las Villas.