Se llama Ternura y está cansada de definir las esquinas de su consentimiento. Lo sabemos por las cartas sin destinatario que escribe desde la soledad de su cama, y que ha decidido recitar en voz alta, ante un auditorio que unas veces la insulta y otras la abraza. Cercada, cada vez más oprimida, Ternura se pregunta por la importancia de la cura a través de la palabra, y por la erótica de quien aun sabiéndose derrotada opta por el camino de la reparación. ¿Nos hace libres narrar el dolor propio? ¿Es lícito sentir deseo ante la humillación?
Ternura y derrota es el primer acercamiento a la dramaturgia de Luna Miguel, estrenado a finales de 2021 dentro de la programación de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, e interpretado por ella. Escrito como una respuesta al dibujo de la feminidad en la Numancia de Miguel de Cervantes, aunque valiéndose de las enseñanzas amorosas y bélicas de Sarah Kane, Pier Paolo Pasolini o Simone Weil, este monólogo puede leerse como una ficción egoísta sobre el poder, como una epístola florida al deseo, como un ensayito atormentado o como un largo poema — así lo comprendemos, así lo recibimos— en la búsqueda incesante del amor.
«Una obra de horror sobre el amor» (Margot Rot).
«Un espacio de coalición entre corporalidades, entre deseos» (Alicia Valdés).
«Una de las voces más auténticas y comprometidas de su generación» (Laura Ferrero, ABC).
«Perturbadora, irreverente sensual e intuitiva hasta el tuétano» (Lorena G. Maldonado, El Español).
«Una de las grandes cualidades de la escritura de Miguel: propone y nunca dicta sentencia. Sugiere» (María Jesús Espinosa de los Monteros).
«Una de las herederas de Annie Ernaux en nuestro país» (Laura Barrachina, El Ojo Crítico).