El 11 de noviembre de 2013, el músico iraní Ali Eskandarian fue asesinado en Brooklyn por un colega enajenado. Meses antes había escrito a un posible editor para anunciarle que estaba trabajando en un libro sobre alguien que podría ser él mismo, «un desterrado, un hijo de la guerra y un roquero —explicaba—; un artista condenado a vivir en un mundo que le parece exasperante y cautivador». La obra, aseguraba, «tendrá ráfagas de insurgencia política, pero sobre todo mostrará mucho sexo, muchas drogas y un vendaval de rock and roll». La misiva terminaba así: «Creo que será la gran novela iraní-americana y así la calificaré hasta que alguien demuestre lo contrario». Aquel autor en ciernes no se distinguía por la modestia, pero tampoco erraba en su temerario juicio: esta apasionada y apasionante historia logra plasmar como muy pocas los deseos, las decepciones, las euforias y las calamidades de quienes, en nuestra época, buscan su propio camino frente a los designios de déspotas, curas o bienhechores.
El escenario es la primera década del siglo xxi en Nueva York, Dallas y Teherán; el arma, una prosa tajante perfumada de excesos y melancolías. 'Sexo, exilio y rock and roll' narra las peripecias de unos jóvenes famélicos, expatriados y adictos a las sustancias no recomendadas por las autoridades sanitarias. Saltan de cama en cama, adoran cuerpos fugaces, hallan amores imposibles, recitan a poetas forajidos y cantan canciones que hablan de sustancias, camas, cuerpos, amores y poetas. Son ávidos, apuran hasta la última gota de la vida. La muerte, sin embargo, ideó después un desenlace absurdo. Esta gran novela iraní es también una formidable novela americana, y todo indica que nadie va a demostrar lo contrario. El primer editor que recibió el manuscrito lo tuvo claro desde el principio: «Un clásico de culto».