Una luz dorada, que venía de la izquierda, cayó sobre ellos. Pensó que era el sol.
Se volvió a mirar y vio, paseándose a su lado, más alto que el caballo, a un León. El caballo parecía no temerle, o bien sería que no lo podía ver. Era del León que provenía la luz. Jamás nadie ha visto nada tan terrible o tan hermoso.