Los secretos de Heap House

Te sientas en una de esas sillas, son muy cómodas, viene un hombre, te da una pipa y te la enciende, y tú esmogas, haces esmog. A veces esta habitación está tan esmogada que es imposible ver la pared que tienes delante, a veces hay tanto esmog que todo el suelo está oscuro, es un lugar muy lleno de humo, nublado, denso. ¿Te apetece un esmog?

Entra, por favor, Lucy —dijo ante otra puerta—. Esta habitación se llama Smogatorio.
—¿Y por qué se llama así?
—Aquí, en el Smogatorio, es donde los Iremongers adultos vienen a smogar.
—¿Smogar?
—Eso es, a smogar. ¿Quieres que esmoguemos tú y yo, Lucy, en esta habitación? Al fin y al cabo, para eso está. ¿Nos ponemos a smogar en un sofá de cuero?

Nadie sabía de dónde había salido, nadie la había visto antes.
—Pero ¿qué tiene eso de terrorífico?
—Pues si tanto te interesa, Looky Pineknot, ¡resulta que se movía!
—¿Se movía? —pregunté.

Pero una taza bigotera tiene una repisa especial sobre el borde para que a un caballero...
—A un distinguido caballero, querrás decir —interrumpió otra.
—Así es, para que a un distinguido caballero —prosiguió la primera, reclamando su lugar—, no se le estropee su bigote bien recortado y perfilado cuando bebe té

surgían Iremongers sirvientes, también sirvientes personales, todo el mundo; estaba todo lleno de caras blancas y, a base de codazos, conseguí ver a qué se debía tanto alboroto. Y entonces, ay, sí, yo lo vi ¡con mis propios ojos! ¡Y también grité!
—¡Espantoso! —dijeron a su alrededor las Iremongers, erizando las plumas.
—¿Qué? —pregunté—. ¿Qué había?
—Había... —empezó la Iremonger y, muy despacio, con la cara pálida y las manos temblorosas, dijo—: ¡Había una taza bigotera!
—¿Una taza bigotera? —pregunté—. ¿Qué demonios es eso?

pensamientos sobre Lucy Pennant, y solo ahora, en mi necedad, comprendí que ella guardaba a Alice Higgs bajo la cofia. Debo recuperar el picaporte antes de que lo encuentre el Tío Idwid, porque si Idwid oye a Alice Higgs antes, quién sabe lo que podrían hacerle a Lucy.

No hay ningún lugar donde un picaporte llamado Alice Higgs pueda esconderse de mí. Yo, Idwid Percible Iremonger, encuentro todas las cosas, tanto si quieren ser encontradas como si no. Cada vez que algo se pierde, me llaman a mí.

Los objetos se han puesto un poco nerviosos. No es nada por lo que alarmarse, pero de vez en cuando se les meten ideas en la cabeza y necesitan que se les recuerde delicadamente lo que son. Yo puedo ayudarlos. Clod, mi pequeño orejudo, oiremos mucho el uno del otro, mucho, y todo será espléndido. Ahora, Clod, parece ser, según afirma tu Tío Aliver aquí presente, que la inquietud entre ciertos objetos comenzó con la pérdida de un picaporte llamado...
—¡Alice Higgs! —grité al darme cuenta de algo de repente. No es Alec. ¡En absoluto es Alec! ¡Qué estúpido había sido!
—¿Alice Higgs? ¿Y qué sabes de Alice Higgs, el picaporte?
—Que era de la Tía Rosamud y lo ha perdido.

—Oigo voces —dije—. Creo que siempre las he oído. Objetos que gritan nombres, siempre nombres. No sé qué significa exactamente...
—Significa que eres muy listo.
—Solo oigo nombres, no todo tiene un nombre.
—De eso no hay duda.
—Pero algunas cosas sí, hay cosas que susurran sus nombres y otras que los gritan, y muchos objetos de nacimiento tienen nombre, pero no todos...

s algo excepcional, mi querido Clod, tener un Escuchador. Yo soy un Escuchador y me he convertido en Gobernador Supremo de los Objetos de Nacimiento.