Pocas novelas conjugan tan bien la simpleza con la psicosis, el entretenimiento con la angustia, la alegría con la crueldad. El Apocalipsis según Asmar tiene una personalidad irresistible, adictiva como un videojuego.
Lejos de la catarsis de la literatura del yo, los traumas se exponen bajo una descomunal obsesión narrativa que hace de lo carnavalesco su código genético. Esta no es solo una novela, es una road movie catastrófica escrita con el corazón.