Cada uno de estos cuentos es un fragmento encapsulado de la realidad. A simple vista, si comenzamos a leer alguno de éstos, tal afirmación puede llegar a parecernos un poco extraña e inverosímil. Pero sin duda no lo es. La gestación de todos ellos ha sido motivada por la observación de un hecho real que, de una u otra forma, activó un switch en cierta parte de mi cerebro. Y tal efecto, no necesariamente ocurrido en el momento del hecho en particular, me permitió la generación de otra historia, quizá ambientada en otro tiempo y lugar o, porque no decirlo, en algún universo ficticio creado ex profeso. Y me bastó tan sólo atrapar una imagen inicial, desligarla de sus amarras terrenales, encapsularla, dejarla en estado latente, y concebirla una vez más desde un nuevo punto de vista. Eso es lo que asumo como inspiración. Y este impulso creador, cuya existencia muchos otros escritores se resisten a reconocer, se complementó entonces con un trabajo constante (aunque de hecho hay determinados cuentos que parecen escribirse solos gracias al empuje inicial), para darle una forma más o menos coherente a la nueva historia. Sumándole otros elementos, otras imágenes, reales o del mundo onírico o simplemente imaginadas; y también algunos pocos recursos literarios, nunca demasiados. En otras palabras, hacerla más digerible para el eventual lector. Por lo mismo, cada cuento es importante para mí. Porque, de una forma casi inefable, son una prolongación tentacular de mi existencia en cierto instante de mi vida. Entonces, describir esta compilación de cuentos es difícil, en especial si consideramos que éstos han sido escritos durante un lapso muy extenso y que, quizás por tal razón, no están relacionados entre sí. Y recalco que es una labor difícil porque, desde que recuerdo, siempre he pensado que cada cuento debe hablar por sí mismo. Esto es, leerlos sin ideas preconcebidas. Soñar, dejar que tu mente se abra a otras posibilidades que, tal vez, nunca llegaste siquiera a considerar. Permitir que tu imaginación vuele cuando te identifiques, si es que lo haces, con el atribulado protagonista. Enfrentarte a un conflicto, nuevo o ya demasiado conocido, imaginarte a los personajes a tu propia pinta y las disyuntivas que puedan generarse en sus mentes y, por que no, cuestionar las decisiones que éstos han de tomar en un determinado instante. Presentar alternativas en paralelo que, en la eventualidad, puedan conducir a un final diferente que poco o nada se parezca al de la historia que tienes entre las manos. Todo es válido para el lector que en verdad se involucra, incluso aceptar todo sin cuestionarlo en absoluto. Además, cada cuento debe englobar parte de un universo, real o ficticio, con sus propias reglas; muchas de las cuales uno debe aceptar sin prejuicios que obnubilen nuestra visión y sin descartar, incluso, que éste pueda contraponerse al esbozado en la siguiente lectura o en otra digerida en forma previa. No estoy diciendo que cada cuento de esta compilación cumpla con todo lo anterior, pero deben aproximarse. Es lo que con humildad espero. Y, acaso lo más importante, es la impronta que cada uno de ellos pueda o no dejar en nuestra mente. En lengua vernácula: lo que sigue dando vueltas al interior de ésta al momento de leer la última palabra que, en definitiva, nunca será la última; y que nos permite determinar si hemos perdido o no el tiempo. Y, lo que a veces me resulta más sorprendente todavía, es que muchos lectores y críticos han visto cosas en mis cuentos que nunca he llegado siquiera a imaginar.