Los habitantes de las montañas de Virginia Occidental hace tiempo que perdieron la batalla. Continúan padeciendo inundaciones y sequías, de vez en cuando incendian sus casas para cobrar el dinero del seguro, mueren desproporcionadamente en guerras lejanas y en accidentes de coche, beben más de la cuenta, se hacen daño con bastante frecuencia, lidian desde que se levantan con un asfixiante sentimiento de pérdida, tienen hijos demasiado pronto y, al caer la tarde, observan desde sus porches la imparable invasión de los bulldozers y los domingueros.
Siempre fue un territorio amenazado e ignorado, ya no hay ciervos como los de antes y hasta los viejos fantasmas de los confederados parecen haberse rendido. Todo se desvanece. Dicen que si no logras escapar antes de cumplir los veinte, estás perdido. Hay un murmullo incesante en los viejos bosques: «Voy a largarme de aquí, tengo que largarme de aquí, en cuanto me largue de aquí…». Pero al final uno siempre regresa porque, por mucha tierra que se ponga de por medio, la montaña se lleva en la sangre, hace un frío de mil demonios y mañana habrá que ir a Four Square a por leña.
«Ann Pancake es la Steinbeck de los Apalaches.»
Jayne Anne Phillips
«En Tierra vencida Ann Pancake representa con asombrosa riqueza el territorio de los Apalaches, uno de los núcleos más caricaturizados y peor entendidos de Estados Unidos. Pancake captura en sus relatos el pulso de la gente que resiste en esos montes, las severas discordancias de los conflictos generacionales, los cambios económicos, la ironía de la xenofobia, el timbre único de las propias montañas.»
David Bradley, presidente del jurado del Katharine Bakeless Nason Fiction Prize (2000)