Sin embargo, en algunos barrios encontraba una fuerte resistencia y al principio no conseguía entender de dónde venía la oposición. En esos barrios había gente esperando que yo bajara, pero cuando llegaba al piso, una multitud de personas me perseguía varias cuadras y yo no podía maldecirlos. Frustrado, me iba volando de nuevo, sobrevolando a la altura de las luces, y ellos me miraban allá arriba. Por fin me di cuenta de que eran esos horribles cristianos que estaban orando por sus barrios, por sus comunidades, por sus familias —eran las oraciones de la gente que yo más detestaba. En los barrios donde había cristianos orando, yo no podía penetrar. Podía entrar, pero no podía