Desde tiempos remotos existe la presunción en muchos, y en otros la certeza, de que los muertos no nos abandonan sino que, al menos por un tiempo, comparten la cotidianeidad de los seres vivos. La noción de que el espíritu de algunas personas fallecidas regresa junto a sus seres queridos para cuidarlos o advertirlos de algún peligro, goza de milenaria persistencia en todo el mundo.