En Llamas

Un par de agentes de la paz arrastran al anciano que silbó hasta la parte superior de los escalones, lo obligan a ponerse de rodillas delante de la multitud y le meten un balazo en la cabeza

—Sin embargo, me parece que sí conocía a Rue, y ella siempre estará conmigo. Todas las cosas bellas me la recuerdan. La veo en las flores amarillas que crecen en la Pradera, junto a mi casa. La veo en los sinsajos que cantan en los árboles. Y, sobretodo, la veo en mi hermana, Prim. —No me fío mucho de mi voz, pero casi he terminado—. Gracias por vuestros hijos —digo, y levanto la barbilla para dirigirme a la multitud—. Y gracias a todos por el pan.

—Bueno, ¿qué te pasa? —me pregunta. No se lo puedo decir, así que tiro de la mata de malas hierbas—. Vale, empecemos con algo más básico. ¿No te parece raro que sepa que eres capaz de arriesgar la vida por salvarme…, pero no tenga ni idea de cuál es tu color favorito?

—Verde —respondo, esbozando poco a poco una sonrisa—. ¿Y el tuyo?

—Naranja.

—¿Naranja? ¿Como el pelo de Effie?

—Un poco más apagado. Más como… una puesta de sol.

Eso es lo que me fastidia, la insinuación de que hay algo entre Gale y Madge; y no me gusta.

Gale es mío. Yo soy suya. Cualquier otra cosa resulta impensable.

—Lo siento mucho —susurro; me acerco y le doy un beso.

veo a Peeta mirándome con mucha tristeza. Me da la impresión de que lleva un rato observándonos.

Estoy mirando a los ojos de serpiente del presidente Snow.

—Te creo. Da igual, tu estilista resultó ser profético en su elección de vestuario. Katniss Everdeen, la chica en llamas, ha encendido una chispa que, si no se apaga, podría crecer hasta convertirse en el incendio que destruya Panem.

Entonces, de repente, mientras le sugería encargarme de repasar las trampas todos los días, él me sostuvo la cara entre las manos y me besó.