–Pero yo sí –me incliné hacia adelante, acortando la distancia entre nosotros. Un beso leve, un roce de mis labios sobre los de él–. Gracias.
El “atraccionómetro” se disparó: podía ver la aguja del dial señalando el área roja con cada roce.
–Bueno, ahora que lo mencionas, un poco de gratitud no hace daño –Marcus deslizó un brazo alrededor de mi cintura y me acercó hacia él–. Ningún daño –me devolvió el beso, pero el suyo fue más firme, adueñándose de mi boca