Así que, como ya no hay solución a TU problemita, pues te aguantas y te callas, que ya se te pasará, ja, ja, ja…
CORAZÓN: Tendrás cara… ¡Qué engreído y falso eres! Piensas que porque los dioses te hayan colocado en la cresta del cuerpo ya eres el rey del mambo. Te enrabieta que parte de las neuronas, que consideras de tu propiedad, estén en mi casa y en el bajo vientre. Eres menos inteligente de lo que crees.
Así estaban las cosas de encendidas cuando me pareció escuchar otra voz que provenía desde la cintura para abajo.
—¿Quién hay? —pregunté.
—Soy yo, el sexo.
—¡Vaya! El que faltaba —murmuré—. Ahora no es el momento, chico. Estate quieto —respondí.
—No es lo que crees. Hace rato estoy escuchando a esos parlanchines y ya me están cansando. ¿Qué sería de ellos sin mí?
Al oír esto, los otros, que habían estado callados un minuto, saltaron como una escopeta:
CEREBRO: ¿Quién te ha dado a ti vela en este entierro?
CORAZÓN: ¿Por qué interrumpes nuestra conversación?