Según relatan los historiadores, el café se introdujo en Europa en el siglo XVII. Con su llegada al viejo continente, los locales donde se consumía se convirtieron en lugares de encuentro y de sociabilidad, de conversación e intercambio, espacios artísticos y literarios. En efecto, los cafés de antaño eran un sitio donde pasar tardes enteras, hacer vida social e incluso política y cultural. Tanto es así que se podría hacer una historia de la literatura de los últimos siglos, y quizás también del arte europeo, visitando las cafeterías a las que acudieron poetas, pensadores y artistas, en las que se entrecruzaban vidas anónimas y legendarias, reales y de ficción. Muchos de aquellos pioneros todavía subsisten, e incluso la tradicional cultura de los cafés de Viena ha sido incluida como «práctica social» en la Lista del Patrimonio Cultural Intangible de la UNESCO.
De ahí que hoy en día la visita de estos cafés tradicionales sea para muchos casi una peregrinación, un plan imprescindible durante sus paseos por muchas capitales europeas. Esperamos que esta selección y acercamiento a los mejores cafés de Europa sirva de guía y estímulo, con la única premisa de que conocer su devenir histórico haga que el café sepa incluso mejor.