1980: el año en que el narrador de esta novela conoció a su nuevo padre. Una declaración de amor filial y un ajuste de cuentas con el pasado y la historia familiar.
1980 es la historia de una familia como todas, o casi todas: tarada. Es decir, normal. Aquí no hay abusos sexuales ni palizas. Hay mujeres poderosas, quizá demasiado, y hay hombres muertos, o ausentes. Hay una madre progre en el Madrid de finales de los setenta, que escucha a María Jiménez y juega con la posibilidad de atropellar a Manuel Fraga, que se queda viuda de pronto y descubre la libertad, pero tiene que sacar a sus tres hijos adelante. Hay también una abuela brutal que se hace cargo de esos niños y presume siempre de haber amortajado a su hermano con solo dieciséis años. Y hay un elegante burgués catalán. Aparece una tarde o una noche de 1980, con sus sombras y sus secretos a cuestas, y acabará cambiando la vida de todos. De forma muy especial, la del narrador, un niño cobarde y furioso. Muchos años después, será él quien escriba, a ratos desde la ternura y a ratos desde la violencia, esta novela, que aspira a ser una declaración de amor filial y un ajuste de cuentas, también una reflexión sobre la familia y sobre el peso que la infancia tiene en el resto de nuestras vidas.