La mano indecisa que recorre los estantes en busca de «algo que se deje leer» atraviesa de pronto un campo magnético de carga misteriosa, huraña, que tiene la virtud de repeler cuanto se encuentra en sus inmediaciones: lomos ensombrecidos y cubiertos de polvo que hace un mes, hace un año, hace una vida nos prometimos leer, y ante los cuales la mano se desvía rápidamente con un sentimiento de intranquilidad y zozobra. Es un ritual que se repite de forma tan incontrolable como un espasmo de hipo, y que, al igual que éste, deja un regusto insano —y en ocasiones sombrío— en nuestra conciencia