Verá, aquí se tiene propensión a creer que la infelicidad es una pérdida de tiempo y, en consecuencia, una forma de lujo que, durante cierto número de años, nadie puede permitirse aún. Tal vez en un futuro. Pero, por ahora, en ninguna circunstancia de la vida, por muy penosa que sea, está permitido robarles a las almas algo más que un momentáneo desconcierto. La infelicidad roba tiempo a la alegría, y en la alegría se construye la prosperidad.