significa ‘lluvia’, pero también ‘caramelo’. ¡Curiosa relación! Siempre me han interesado los homónimos porque manifiestan con frecuencia nexos mentales sorprendentes. Y en japonés abundan. Kaeru, por ejemplo, significa ‘regresar’, pero también ‘rana’ (¿regresan las ranas?); matsu es ‘esperar o anhelar’, pero también ‘pino’ (¿qué esperan los pinos?); “Tsuru es ‘larga vida’, pero también ‘grulla’... Japón es actualmente una avanzada sociedad, una potencia industrial, pero su idioma parece anclado en el mundo animista: no hay objetos masculinos o femeninos